Cuando las estrellas no responden, una legión de recuerdos avanzan ante su silencio. Destino y muerte jugando a juegos que se nos escapan… Blancos en la noche y grises en el día.
Velo melancólico, que nos atrapa en la perdición de los recuerdos anclados en la memoria. Truncados por una bala perdida gira amenazante, buscando ese destino escrito… Que corta el aire en ráfagas teñidas por el desencanto.
Envoltorio de seda en el cual esa cruel ruleta rusa dará inicio a la redención en una ciudad alienada. Que no es mas, que un lugar donde se esconden secretos de vidas cruzadas por un pasado que amenaza el presente.
Ignorancia, ese regalo tan dulce que hoy patearemos para surgir renovados como barco en la tempestad. Olvido, que hoy se sacudirá aferrándonos si es necesario a la nada. Quizás, solo ese baile de secretos y mentiras en la antesala del perdón.
Todo al descubierto, mientras la rueda sigue girando para mostrar miserias y reproches anidados en el alma y…Con suerte, después un poquito de paz…. Difícil de encontrar, en esta demoledora película de sentimientos lacerantes. De redenciones imposibles en un film elegante, donde las soledades son extremas. El vació doloroso y el éxito solo una mascara ante una vida carente de sentido.
Extraña y florida de detalles en una sinfonía de escenas que dura cerca de tres horas. Donde en un principio nada parece tener conexión entre si, presentandose unos personajes que deambulan sin saber muy bien hacia donde. Moviéndose como marionetas ante unos hechos que parecen poco menos que absurdos.
En, una febril parsimonia en su desarrollo que como madeja va cobrando una razón de ser que tendremos que ir descubriendo. Destino y posibilidades de que algo suceda es lo que pretende mostrarnos magistralmente representado en esa fantasmagórica lluvia de sapos.
Que, aunque es algo improbable, no del todo imposible. Lluvia de redención y esperanza a la que se aferran en el único resquicio que el destino les deja Tom Cruise y Jhon C Realli, posiblemente en los mejores papeles de su carrera.
Secundados por la elegancia en su desesperación de una actriz como Julian Moore, que hiela solo con la mirada. Llenando el tramo final, tal vez como contrapunto un inmenso Seymour Hoffman como catalizador de esperanza. Todos dirigidos de manera magistral por un contador de historias intimistas perfectamente filmadas. Paul Thomas Anderson. Un autentico tahúr en remover conciencias a ritmo endiabladamente lento sin resultar tedioso.
Película por muchos infravalorada donde se habla también sobre la muerte y no solo como algo doloroso. Mas bien como una manera de ajustar viejas cuentas y aunque sea al final reconocer errores y fracasos. Primero ante extraños, luego ante quien defraudamos.
Jugada arriesgada en una película triste, que no deja de ser un canto a la esperanza para saborear muy lentamente. Pensando que quizás, si las circunstancias nos dejaran…podríamos ser mejores personas. Pero como casi siempre…Solo quizás….